Nuevos modelos traslacionales para estudiar la hemorragia cerebral

Ciudad de México.- Una serie de pruebas conductuales validadas en roedores está facilitando la investigación sobre los déficits neurocognitivos que ocurren después de una hemorragia subaracnoidea. Una hemorragia subaracnoidea, es un tipo de accidente cerebrovascular causado por el sangrado en el espacio subaracnoideo (el área entre el cerebro y el tejido que lo cubre), puede provocar déficits neurocognitivos graves.

En un reciente estudio, científicos del Instituto Neurológico del Hospital Houston Methodist validaron una serie de pruebas de comportamiento en roedores para crear un modelo que permita estudiar las consecuencias de la hemorragia subaracnoidea. Estas pruebas pueden ser clave para futuras investigaciones sobre los déficits de aprendizaje y memoria causados por esta hemorragia grave, así como para evaluar la efectividad de posibles tratamientos.

«En este estudio, utilizamos pruebas de comportamiento avanzadas en ratones para establecer una referencia sólida que nos ayude a entender mejor el deterioro neurológico tras una hemorragia subaracnoidea», explica el Dr. Gavin Britz, presidente del Departamento de Neurocirugía y profesor de Neurocirugía del Hospital Houston Methodist. «Esta referencia es crucial mientras desarrollamos terapias, como dispositivos y medicamentos, para tratar los devastadores efectos de los accidentes cerebrovasculares hemorrágicos».

Aunque las hemorragias subaracnoideas son el tipo menos común de accidente cerebrovascular, tienen una mortalidad del 40%, frecuentemente causada por la ruptura de un aneurisma. Durante los primeros días tras la hemorragia, las lesiones se deben principalmente a la presión intracraneal, que reduce el flujo sanguíneo en el cerebro y provoca una propagación en forma de onda de actividad eléctrica deprimida en todo el cerebro.

Entre 3 y 14 días después de la hemorragia, aproximadamente un tercio de los pacientes experimentan un empeoramiento de los síntomas neurológicos, como una disminución fluctuante de la conciencia. En general, el 95% de los pacientes quedan con secuelas neurológicas, psicológicas y cognitivas permanentes.

Las áreas del cerebro, especialmente aquellas involucradas en el aprendizaje y la memoria, están particularmente afectadas tras una hemorragia subaracnoidea. Por ejemplo, algunos pacientes presentan atrofia en el hipocampo, una región clave para la formación y almacenamiento de recuerdos. Sin embargo, los mecanismos detrás de esta pérdida de volumen en el hipocampo aún no se comprenden completamente.

Gracias a su trazabilidad genética, los roedores son un modelo poderoso para investigar los efectos de la hemorragia subaracnoidea en el tejido cerebral. No obstante, hasta ahora no existían pruebas conductuales específicas para evaluar los déficits neurocognitivos a corto y largo plazo en estos modelos animales. Para llenar este vacío, el equipo de Britz evaluó una serie de pruebas neurocognitivas para analizar la pérdida de funciones sensoriales, motoras y cognitivas en ratones después de una hemorragia subaracnoidea.

Antes de realizar estas pruebas, los investigadores provocaron una hemorragia subaracnoidea experimental en los ratones, mediante la ruptura de arterias en la región del Círculo de Willis, situada en la base del cerebro. Luego, los animales realizaron una serie de pruebas en diferentes momentos tras la hemorragia inducida. Estas pruebas incluyeron evaluaciones motoras y sensoriales, una prueba de campo abierto para medir la ansiedad, así como los laberintos de Y y de Barnes, para evaluar el aprendizaje espacial, una prueba de reconocimiento de objetos y otra de interacción social.

Al comparar los resultados de estas pruebas entre los ratones que sufrieron la hemorragia subaracnoidea y los que no, el equipo observó que los primeros mostraban deficiencias en la memoria espacial y la interacción social. Un mes después de la hemorragia, los ratones experimentales desarrollaron comportamientos similares a la ansiedad y un mayor deterioro del aprendizaje espacial y la memoria, lo que se asemeja a los déficits neurológicos tardíos observados en humanos.

Los resultados de este estudio fueron publicados en Translational Stroke Research.

El Dr. Britz señala que, aunque este estudio incluyó una amplia batería de pruebas conductuales, el equipo planea reducir el número de pruebas necesarias a largo plazo para evaluar los déficits neurocognitivos inducidos por la hemorragia subaracnoidea. Además, estas pruebas podrán utilizarse para medir la efectividad de nuevos medicamentos en la mitigación de los síntomas neurocognitivos tras la hemorragia.

«Ahora podemos evaluar de forma objetiva si una intervención terapéutica marcará la diferencia», afirma el especialista del Hospital Houston Methodist. «Además, esta investigación nos permitirá explorar diferentes mecanismos potenciales, como la vía del complemento del sistema inmunológico, el flujo del líquido cefalorraquídeo y el sistema linfático, que podrían estar contribuyendo a los déficits neurocognitivos observados en pacientes después de un accidente cerebrovascular».